3
Dreylo
Dreylo
Dreylo extendió una mano que, Dishlik tomó y con la cual pudo levantarse. Luego, inclinándose ante Dreylo, dijo:
—Mi señor.
—Levántate—ordenó Dreylo.
Dishlik se levantó y Dreylo le estrechó la mano.
—Mi señor—comenzó Dishlik— ¿Cómo llegó usted aquí en este momento tan oportuno?
Dreylo abrió la boca para responder, pero, un hombre los empujó a los dos y los arrojó al suelo gritando “¡cuidado!”, mientras unas lanzas inmensas surcaban los cielos encima de sus cabezas, acto seguido, el hombre se desmayó.
—Pobre Markrors—dijo Dreylo al reconocer a su salvador—. Todas esas heridas deben de haberlo dejado extenuado.
—Pero, yo lo vi caer—dijo Dishlik.
—Es un alcunterino, sus fuerzas sólo se las lleva la muerte y unos pocos brandelkanos no podrán detenerlo nunca.
Dreylo se levantó y se colocó su yelmo de nuevo, diciendo:
—Hay una batalla que ganar. Después hablaremos, ahora debemos matar ratas.
Dishlik se levantó también, sintiéndose renovado: como cuando se despierta después de haber dormido diez horas o más; pero Dishlik no sentía los párpados pesados, ni una pereza asombrosa, (como suele suceder después de dormir tanto), se sentía más despierto que nunca y con fuerzas salidas de él no sabía dónde, pero que un alcunterino habría podido explicarle: la fuerza de voluntad.
Dishlik empuñó su espada y se dirigió con Dreylo hacia el lugar de procedencia de las lanzas.
Allí encontraron cerca de cinco brandelkanos, que ya caían de la mano de Dreylo y que minutos después ya no estaban en este mundo.
Dishlik alcanzó a vislumbrar que de detrás de un árbol salía una sombra empuñando un cuchillo y se dirigía a la espalda de Dreylo.
Dishlik trató de gritar una advertencia, pero un brandelkano en el suelo, que yacía moribundo y se daba cuenta de lo que pasaba, lo aferró de las piernas y lo arrojó al suelo.
El brandelkano levantó el cuchillo, Dishlik intentaba quitarse a su agresor de encima, no podía empuñar lo espada y su captor lo estrangulaba con aquella fuerza física que siempre caracterizó a los brandelkanos, y que impedía a Dishlik ver más allá de los músculos y que le quitaba el oxígeno necesario para gritarle una advertencia a Dreylo.
El brandelkano atacó con el cuchillo y logró darle a Dreylo en la espalda.
Un grito de dolor, más penetrante e intimidador que cualquiera que Dishlik hubiera oído en su vida, salió de la boca de Dreylo, quien inmediatamente se dio la vuelta y mató a su atacante con la sola mirada: la estocada únicamente sirvió para destrozar un cuerpo, una concha vacía sin voluntad, y asegurar así el camino del alma al más allá.
Pero la puñalada hizo que Dreylo cayera al suelo extenuado y sin nada más que pudiera hacer. Quedarse tendido allí viendo pasar la batalla, era un esfuerzo muy grande de por sí.
Todos los soldados brandelkanos que vieron caer a Dreylo se lanzaron en desbandada, listos para llevarse una vida que valía más que la de aquellos miserables.
Dishlik, al ver esto, se llenó de una furia tan grande que no habría cabido en él ni aunque hubiera tenido el cuerpo como una montaña. Se quitó al brandelkano de encima, lo mató con su espada y se dispuso a defender a su señor.
Drog había salvado a Markrors del brandelkano que lo acosaba y que casi lo había matado, luego, se dio la vuelta, buscando el contrincante que había abandonado por auxiliar a Markrors, pero no lo vio.
Drog giró la vista, buscando un rival. Con el rabillo del ojo alcanzó a ver el Soldado Misterioso auxiliar a Dishlik, tenderle la mano y quitarse el yelmo. Y Drog por fin vislumbró a su padre, con la luz del amanecer cayendo sobre su rostro, quitándole años y años de encima.
Súbitamente, divisó una sombra que se levantaba, como un muerto viviente, y que corría hasta donde estaban su padre y Dishlik y los arrojaba al piso. Segundos después, unas lanzas enormes sobrevolaron la cabeza de Drog.
Drog giró la cabeza hacia la dirección de donde habían procedido las lanzas y observó cerca de cinco brandelkanos. Entonces se dispuso a atacarlos, pero un dolor le bajó desde el hombro izquierdo hasta la yema de los dedos y cayó, a su lado yacía la espada, que soltó debido al dolor.
Se giró y se encontró frente a un brandelkano con una porra enorme, el hombre levantaba su porra de nuevo y la dejaba caer rumbo a la cabeza de Drog, pero Drog se giró y la porra lo golpeó en el brazo derecho y el mismo dolor penetrante le invadió su otro brazo.
Drog miró al brandelkano alzar de nuevo la porra, y lanzó una patada que fue a dar entre las piernas del brandelkano, el cual cayó y se quedó ahí, lamentándose, y de seguro un alcunterino lo encontró y lo mató, porque no se le volvió a ver. Hasta mucho después y en compañía de otros…
Luego, Drog se levantó como pudo y se recostó contra un árbol a descansar.
Y varios gritos de júbilo se alzaron entre los brandelkanos y Drog aterrado vio a la luz del sol recién salido como los enemigos se dirigían hacia su padre para dar el golpe final.
Drog se levantó como pudo de nuevo y corrió como un loco hasta donde estaba Dishlik matando ya para defender a su padre.
Dishlik veía acercarse a por lo menos diez brandelkanos, todos fieros y vengativos, y dispuestos a matarlos a los dos.
Blandió su espada y cayeron dos brandelkanos, alzó su arma y entonces irrumpió Drog en la escena: con los brazos caídos al lado del cuerpo y bamboleándose al compás de la marcha del muchacho. Iba gritando y con dos solitarias lágrimas escurriéndose por su cara, una en cada mejilla, que se encontraron en el mentón como dos enamorados, que se unen en uno solo hasta que mueren. Las lágrimas después de unirse murieron en el suelo.
Drog embistió a otros dos enemigos y los tres combatientes chocaron contra un árbol y se desplomaron inconscientes debido a la magnitud del impacto.
Quedaban seis brandelkanos que asesinar y por fin Dreylo había reaccionado.
Pese a que lo habían apuñalado por la espalda y la herida parecía grave a simple vista, Dreylo había logrado reunir fuerzas de él no sabía dónde (incluso teniendo en cuenta la fuerza de voluntad que caracterizaba a Alcunter) y se había levantado del suelo y había blandido su espada: Tres brandelkanos murieron.
Entonces, los dos brandelkanos que habían sido embestidos por Drog se levantaron listos para eliminar al muchacho. Pero nunca llegaron siquiera a tocarle un cabello: Dreylo los mató, la fuerza renovada por la furia.
Dishlik acabó con los tres brandelkanos restantes y luego él y Dreylo se desplomaron, al lado de Drog, los tres desmayados vencidos por la fatiga, el dolor y las heridas recibidas.
Dreylo despertó acostado en un catre de paja, boca abajo, sintiendo un dolor mucho más fuerte que cualquiera de los que hubiera sentido en su vida recorrerle la espalda.
Se levantó del catre y se dio cuenta de que estaba en el interior de una tienda, había tres hombres más, los tres acostados cada uno en un catre muy similar al de Dreylo, los tres dormidos, los tres con heridas de igual magnitud en sus cuerpos.
Eran Drog, con los dos brazos rotos por el poder de la porra brandelkana; Dishlik y Markrors, con el “veneno” brandelkano recorriéndoles las venas.
—Y bien, señor. ¿Por qué no se recuesta y descansa unas cuantas horas?—preguntó una voz.
Dreylo se dio la vuelta y se encontró cara a cara con Zolken, que había aumentado su habilidad como curandero desde que había atendido a Dishlik en el viaje hasta la avanzadilla.
—Y bien. ¿Quién es usted?—preguntó Dreylo.
—Mi nombre es Zolken, soy el herrero que Dishlik trajo consigo—le respondió, luego, en un tono más amable, casi paternal, añadió—: Acuéstese, señor, aún no está curado del todo y necesita descansar.
Dreylo le hizo caso y descansó hasta bien entrada la tarde, cuando Zolken despertó a los cuatro que allí estaban.
—Zolken—dijo Dishlik, después de haber comido algo—dime, viejo amigo: ¿Cómo acabó la batalla?
—Bueno, no puedo decir mucho, pues me dotaron de un martillo y me enviaron a defender el lado noroeste de la avanzadilla donde peleé y maté a unos cuantos. En cuanto a ustedes, luchaban por el lado sur y no pude ver muy bien que ocurría por allá, sólo sé que llegó el señor Dreylo y que los brandelkanos caían antes su sola presencia.
”Un soldado que batallaba cerca me dice que alcanzaba a ver fragmentos de sus batallas: vio caer a Markrors, luego las batallas de los tres señores, pero luego una de esas malditas flechas empapadas lo abatió y en estos momentos está siendo atendido en otra tienda.
”La batalla finalizó cerca de las nueve de la mañana a favor de nosotros, entonces fue cuando se enterraron los muertos, se atendieron lo heridos y se quemaron los cadáveres de los enemigos muertos, hace ya dos días. Yo los he cuidado desde entonces.
—Gracias—le dijeron todos.
Los días en la avanzadilla pasaban lentos mientras Dreylo se recuperaba, su herida sanó en una semana, el “veneno” de las flechas que acosaba a muchos soldados fue vencido en cinco días, pero Drog era preocupante. Daba lástima verlo ir y venir con los dos brazos sujetos en cabestrillo, estorbando más que ayudando, porque sus brazos demorarían mucho en sanar. Y este fue el primer signo de la mala suerte que acompañaría a Drog durante el resto de su vida. Las repercusiones de una maldición que Dreylo veía llegar ahora con miedo, trayendo consigo dolorosos recuerdos del pasado.
Mientras llegaba aquel día, el día en que por fin todos se recuperarían y partirían a Brandelkar para conquistar el castillo dorado, Dreylo y Dishlik celebraron consejo, muy esclarecedor para lo que sucedería después.
—Señor—comenzó Dishlik— ¿Por qué no lo encontré en el castillo anoche? ¿Dónde estaba y qué estaba haciendo?, si puedo saber.
—Me fui a cazar y a explorar el territorio con algunos de mis hombres. Al parecer los Mingred y los Nerk—los Nerk son criaturas hechas de ceniza, y adquieren la consistencia del fuego cuando se movilizan, no son camaleónicos como los Mingred, pero, debido a la materia de la que están hechos, queman todo lo que tocan con sus manos hasta reducirlo a nada. Viven en la Zona Quemada, al este de Alcunter—han estado en actividad inusual desde el verano, según los informes de mis exploradores. Incluso me han dicho que los Mingred y los Nerk se han aliado entre ellos y con las criaturas de las montañas que nadie conoce para intentar recuperar Cómvarfulián. Y justo ahora que el país ya casi es mío—Dreylo suspiró—; así que cuando recibí esta información fue cuando decidí partir con mis hombres. Aparte de cazar algunas cuantas presas extra para el invierno que se aproxima, alcancé a divisar lo que creo que era una reunión entre los Mingred y los Nerk.
—Y bien mi señor—prosiguió Dishlik— ¿Qué pudo ver?
—Fuego y niebla, y escuché el sonido más aterrador de toda mi vida: parecían gritos; como si muchas personas estuvieran muriendo en esos momentos debido al calor de las llamas y se oían lamentos, cuando oí eso, me estremecí y caí al suelo con todos mis hombres. Luego oí risas, pero era como si los gritos y los lamentos simplemente sonaran más fuertes y horrorosos.
—Y luego…
—Volvimos a Alcunter, no teníamos nada que hacer allí y muchos hombres ya estaban cayendo en un estado de desesperación lamentable. Los hombres que no iban desesperados, lo estuvieron apenas llegamos al castillo y nos llegó la noticia del ataque. Entonces nos alistamos para la batalla lo más rápido que pudimos y vinimos a todo galope, y justo a tiempo, me atrevería a decir.
—Así es, señor—respondió Dishlik—: hubiera muerto de no ser por la llegada de refuerzos. Sin embargo, me parece curioso que los refuerzos (que éramos su hijo, yo y los demás hombres), hubieran necesitado refuerzos.
—Curioso sin duda—concluyó Dreylo, y luego añadió en un tono muy inquisitivo—: muy bien Dishlik, todavía no tengo claras muchas cosas. Si la conspiración debía ser descubierta hasta mayo ¿Qué haces aquí con todos tus hombres y con brandelkanos detrás de ti?, ¿Para qué trajiste un herrero?
—Mi señor—respondió Dishlik—: es una historia un tanto tortuosa. Disner descubrió nuestra alianza (aunque él lo llamaba conspiración, traición a la sangre y muchas otras cosas más), y me desterró de Brandelkar, casi dos semanas antes de la batalla, (pero hubiéramos llegado antes de no haber sido por las heridas que me causaron las flechas). El resto usted ya lo sabe, excepto el hecho de cómo Disner me descubrió: si me lo pregunta, yo diría que tiene un infiltrado en Alcunter y…
— ¡Qué!—el gritó de Dreylo atrajo de inmediato a Drog y a Markrors al interior de la tienda—. Si es cierto esto, Dishlik: debemos volver a Alcunter ahora mismo, y descubrir a la rata antes de que sea demasiado tarde.
—Muy bien, mi señor—concluyó Dishlik.
—Markrors—continuó Dreylo—: en cuanto Drog esté completamente curado, él y tú irán a Alcunter sin perder ni un momento, mientras tanto, los dos se quedarán aquí y me informarán de cualquier acción sospechosa.
—Muy bien—terminó Markrors.
—Y trae a Zolken contigo, necesita ponerse a trabajar de inmediato—añadió Dishlik—; lo llevaríamos con nosotros, pero debemos viajar ligeros.
— ¿Trabajar?— preguntó Dreylo—; me temo que no te entiendo, Dishlik.
— ¡Por supuesto que no!—Dishlik hablaba más para sí mismo que para los demás—. Se me olvidó contarle, mi señor: el objetivo por el cual traje a Zolken conmigo fue para que forjara el arma más poderosa de la tierra, exclusivamente para usted.
—Entiendo—terminó Dreylo—. De todos modos Markrors, te espero en cuanto puedas.
—De acuerdo—terminó Markrors.
Al día siguiente, Dreylo y Dishlik galopaban rumbo al castillo plateado de Alcunter.
Una vez que estuvieron en el interior del castillo, Dreylo le indicó a Dishlik que subieran hasta el octavo nivel del castillo, donde se encontraban los aposentos de Dreylo y en donde podrían continuar su charla de una forma más amena.
Subieron ocho tramos de escaleras y Dishlik se encontró ante una puerta, las perillas de la misma tenían forma de cabeza de jaguar, finamente trabajadas en la esmeralda más fina que se pueda encontrar, tallada en roble y con unos detalles que dejarían impresionado a cualquiera que viese la puerta, y el interior no era menos interesante: en un rincón de la sala crepitaba un fuego acogedor (que, como supo Dishlik después, no se apagaba ni siquiera en el día más caluroso del año); del techo colgaba un estandarte que mostraba un jaguar corriendo sobre un campo cubierto de sangre, el símbolo de la casa real de Alcunter; en otro rincón se ubicaban una armadura y una cota de malla, las dos fabricadas con la misma plata con la que se había hecho el castillo, las dos fuertes y livianas, sin duda el herrero que las había fabricado era en verdad habilidoso (aunque no tanto como Zolken, pensó Dishlik); encima de la chimenea se encontraba una espada, la compañera del arma de Dreylo (pero no las necesitará por mucho más tiempo, se dijo Dishlik); y, en el centro de la sala, se ubicaba una mesa, que, a pesar de ser muy simple, era muy bella, Dishlik nunca supo cuál era el atractivo que tenía la mesa, la cual tenía alrededor de sí tres sillas, dispuestas dos enfrente de la otra, con la mesa de por medio, Dreylo se sentó en una de las sillas y Dishlik, en la que estaba al frente y comenzaron a discutir.
—Bien Dishlik—el tono de voz que usaba Dreylo era tranquilo, parecía que hablara más acerca del clima que de una traición— ¿Cómo dedujiste tú que Disner tiene un espía en Alcunter?
—Verá mi señor. Disner es mayor que yo por casi diez años, lo que significa que mientras yo era un niño, Disner y mi padre podían celebrar consejo de guerra sobre cómo podían hacerse al mando de Cómvarfulián. Pues bien, un día, cuando yo me dirigía a mi habitación para dormir, pase junto a la sala donde estaban Disner y mi padre, y oí a Disner decir: ‘Es la única manera, si no hacemos esto, la victoria se nos escapará para siempre’.
”Días después vi como un hombre con su esposa e hijo salía del castillo, y este mismo hombre volvía después durante un breve período de tiempo y volvía a marchar; cada vez que este hombre volvía, lo hacía solo y siempre hablaba con Disner o mi padre.
”Pues bien, eso despertó mi curiosidad, y un día, cuando Disner y este hombre estaban reunidos, yo fingí que me iba a dormir (puesto que este hombre siempre venía muy entrada la noche y se largaba por la mañana) y me escabullí por los pasillos del castillo, hasta que oí la voz de Disner que decía:
”‘Ya veo, entonces perro se prepara para un ataque a mono, y ¿perro no sospecha nada?’
”‘Como ya le he dicho, cuando llegué, perro sospechó de mí: un extranjero que llega de quién sabe dónde no da una muy buena impresión, pero me he ganado su confianza y ahora soy uno de sus hombres favoritos, hasta encargó a la mejor partera de la provincia para que asistiera a mi mujer en el nacimiento de nuestro segundo hijo.’
”‘Va todo bien encaminado, por lo que veo. Por desgracia, no tenemos las fuerzas suficientes para morder a perro, en unos cuantos años habrá bastantes hombres, calculo que será…’
”En esos momentos oí unos pasos y tuve que irme. Pero averigüe en la biblioteca del castillo y encontré el dato de que por la época en que se creó Alcunter, un gran perro custodiaba las puertas, era un perro oscuro como la noche y hasta los Mingred y los Nerk le tenían miedo—Dreylo asintió, conocedor de la historia de Alcunter—; y Glardem se cuenta que fue construido sobre el hábitat natural de todos los monos de Cómvarfulián, y por eso ya no hay primates en este país.
”No supe que significaba aquello, porque era muy pequeño entonces, pero ahora que Disner descubrió mis planes, estos recuerdos volvieron a mí y pude sacar esta conclusión.
—Esto que me dices es muy grave, hay un espía en Alcunter y no se sabe cuánta información confidencial ha llegado a oídos de Disner. Acompáñame—Dreylo se levantó de su asiento y se dirigió a la puerta, pero de repente se detuvo y, mirando a Dishlik con expresión de preocupación, añadió—: Y ahora que lo mencionas hace casi veinte años, mi anciano padre y yo preparamos un ataque a Glardem, que no dio resultados. Esto es una pesadilla que debe parar ahora.
Volvieron a bajar los ocho tramos de escaleras y se dirigieron hasta la cocina, donde dos soldados estaban comiendo un poco de carne con una buena jarra de cerveza cada uno.
—Galerz, Walerz—los dos hermanos dejaron de comer y se inclinaron ante Dreylo—. Quiero que busquen información sobre todos los inmigrantes que hayan llegado aquí en los últimos veinte años.
Galerz y Walerz se miraron por un momento, asintieron con la cabeza y se fueron.
Pasó algo más de un mes, noviembre dio paso a diciembre, y Markrors volvió con Drog y Zolken, todos ya estaban recuperados de las heridas producidas en la batalla; no había información sobre los inmigrantes, pero Markrors traía consigo algo más que un muchacho de casi veinte años y un anciano herrero:
—Mi señor, hace trece días hacía luna nueva, y casi no se podía ver nada, sin embargo yo (que por fortuna, no pude dormir y caminé hasta el amanecer), al alejarme mucho de la avanzadilla, encontré un hombre muy extraño. Iba envuelto en una capa y una capucha le ocultaba completamente el rostro, iba montado sobre un caballo muy bello, y lo hacía caminar con prisa, pero procurando hacer el menor ruido posible; y se mostró muy irritado cuando le detuve para hacerle unas preguntas.
”‘Buena noche, el clima es perfecto y no hay nada por lo cual preocuparnos, pero es una noche un poco oscura para que alguien viaje por estos parajes, si me permite preguntarle ¿Quién es? Y ¿Qué esta haciendo que lleva tanta prisa?’
”‘Eso no es asunto suyo, yo soy libre de hacer lo que quiero.’
”El tono del hombre daba a entender que me estaba metiendo en problemas, pero no me importó.
”‘Pues bien’ continué yo ‘entonces en nombre de Dreylo señor de Alcunter, le ordeno que responda mis preguntas. No está permitido andar por Alcunter tan libremente, a menos que quiera morir al instante’
”El hombre se bajó de su caballo.
”‘Me gustaría verlo intentarlo’ dijo el hombre, desafiante.
”Con extrema rapidez me ubiqué detrás del hombre y lo amenacé con la espada antes de que él pudiera hacer nada.
”El hombre se quedó callado un momento, luego, con una velocidad que me sorprendió, me dio un codazo en el estómago y se fue corriendo, yo alcancé a quitarle la capa y la capucha, y me di cuenta de que iba vestido con una cota de malla cuando una luz me cegó por completo. No necesité reconocer el brillo de la plata alcunterina, ni ver el jaguar estampado en la capa que el hombre tenía puesta al revés para que no se notase el animal, para darme cuenta de que él era el espía. No pude perseguirlo porque el golpe me había dejado sin aire
”Lamento haberlo dejado escapar. Pero pude recuperar el caballo que el hombre dejó atrás en su afanosa huida.
—No se puede llorar ahora, los acontecimientos suceden y nuestros intentos por cambiarlos son tan vanos, como los de la hormiga por mover la montaña; aunque siempre debemos intentarlo: Markrors, Drog, busquen más información en el castillo, Dishlik y yo buscaremos por otro lado. En una hora nos reuniremos en mis aposentos. Pero sin embargo hay algo que quiero saber: ¿Pudieron identificar de quién era el caballo?
—Sí, mi señor—siguió Markrors—el caballo era de Dem, aunque esa no es prueba suficiente para inculparlo, el traidor pudo haber cogido cualquier caballo.
—Veo. En ese caso, Drog, Markrors, pueden marcharse, nos veremos en una hora.
Markrors y Drog se marcharon, y, antes de marchar también, Dishlik procedió a contarle a Dreylo acerca de sus visiones, la última visión que le relató fue aquella en la que la figura caminaba por la isla desértica:
—…luego pude ver mejor la cara de la figura, era Zolken.
—Esto es extraño—siguió Dreylo—, algo me dice que la respuesta a este enigma va más allá de nosotros.
Acto seguido, Dreylo y Dishlik partieron en la dirección opuesta por la que habían ido Drog y Markrors. Lo que los llevó a los niveles inferiores y los exteriores del castillo: sus descubrimientos más importantes los hicieron en las cocinas y los establos, en los demás lugares solo encontraron basura.
En las cocinas, descubrieron que cada tercera noche de luna nueva, siempre desaparecían excesivas cantidades de alimentos, y aunque trataban de averiguar la razón de este fenómeno, nunca habían logrado llegar a una conclusión satisfactoria. Esta información no había llegado a oídos de Dreylo por temor a una reprimenda.
De camino a los establos, Dreylo y Dishlik discutían esta particularidad.
—Alimento del castillo desaparecido—murmuraba Dreylo—, quizás eso explique el por qué de muchas crisis que ha sufrido Alcunter durante inviernos muy severos, a pesar de que no parecía que faltara nada.
En los establos oyeron que siempre desaparecían cinco caballos cada tercera noche de luna nueva, siempre eran caballos diferentes y siempre reaparecían al mes siguiente, aunque los caballos nunca volvían a aparecer todos juntos, siempre reaparecían cada uno en un lapso de tiempo diferente.
—Pero no lo entiendo—decía Dishlik—: si el tipo se va galopando hasta Brandelkar ¿Por qué demora tanto y por qué roba tanta comida?, hasta donde yo sé el viaje a Brandelkar en caballo no demora más de cinco horas ida y vuelta, sin contar el tiempo que gaste dentro de la provincia; además, ¿Por qué lleva tantos caballos?
En ese momento llegaron al punto de reunión con Drog y Markrors, parecían muy agitados:
—Padre—dijo Drog—, hemos averiguado que un soldado de rango menor siempre dice que va a la avanzadilla en una misión confidencial, pero a la avanzadilla nunca llega nada.
— ¿Cuál soldado es y en qué período desaparece?—preguntó Dreylo.
—Es Dem, y siempre desaparece la tercera noche de luna nueva.
— ¡Rayos!—en ese momento Dreylo les dijo lo que habían averiguado, luego añadió en tono tajante—: ¡traigan a Dem de inmediato!
Markrors y Drog salieron de la sala —Markrors salió de la sala haciendo una reverencia— y después del eco de sus pasos por el pasillo, sólo quedó el silencio.
Quince minutos después, entraron Drog, Markrors y un hombre de tez roñosa, cabello rojo escarlata y un poco bajo, tenía una mirada altiva, aunque Dreylo alcanzó a distinguir un brillo de miedo cuando se miraron a los ojos.
A una señal de Dreylo, las puertas se cerraron y él pudo seguir.
—Dem, respóndeme una pregunta ¿Qué haces en la avanzadilla cada tercera noche de luna nueva?
Dem se quedó más callado que una estatua, con una expresión que intentaba aparentar paz, aunque Dreylo no podía dejar de notar el miedo que emanaba de aquel hombre y que podría usar para su provecho.
—Pues bien—agregó—si no quiere hablar, llévenlo al calabozo más profundo del castillo y tortúrenlo hasta que confiese; y si en un mes no hace nada, yo mismo iré al calabozo y lo liquidaré.
—Bien—dijeron al unísono Drog y Markrors, luego salieron arrastrando a Dem hasta su nuevo hogar.
No fue necesario esperar mucho tiempo para una confesión. Tal como Dreylo había notado, Dem siempre trataba de parecer valiente y fuerte, pero en el fondo era un cobarde: era más difícil quebrantar una hoja seca, como la última hoja que Dishlik había vista caer hacia poco.
Markrors se acercó a Dreylo, cuando apenas y había pasado el medio día, dos semanas después de haber atrapado a Dem, y le dijo a Dreylo:
—Mi señor, Dem ya habló. No nos dijo mucho, sólo nos dijo que la tercera noche de luna nueva vayamos al establo y no nos arrepentiremos. Al parecer, Dem quería salvar su vida pero no se atrevió a revelar todo.
—Pues entonces esto es lo que haremos, Galerz y Walerz, dos de mis soldados con mayor confianza, vigilarán a Dem mientras Dishlik, Drog, tú y yo vamos a los establos a ver lo que se tenga que ver. Ahora llama a Galerz y Walerz.
Markrors hizo una reverencia y se marchó, volvió con los dos soldados y, después de que Dreylo les diera las instrucciones pertinentes y les hiciera un breve resumen de lo ocurrido, Dreylo, Dishlik, Markrors y Drog marcharon a la zona de entrenamiento, como el camino por el que iban Galerz y Walerz coincidía hasta cierto punto, los seis hombres bajaron los ocho tramos de escaleras, ya en el primer piso, Walerz y Galerz dijeron que irían al calabozo a intentar sonsacarle más información a Dem; los dos hermanos se alejaron y, por el camino, el agudo oído de Dishlik alcanzó a captar ciertos murmullos entre Walerz y Galerz, aunque no entendía mucho de lo que decían, puesto que hablaban muy bajo, si distinguió el alarmado tono de voz con el que hablaban los dos hombres.
— ¿Vienes, Dishlik?—preguntó Dreylo.
Dishlik salió de su ensimismamiento y siguió a Dreylo por un pasillo lateral que llevaba a la herrería y a los campos de entrenamiento.
Cerca de la herrería, encontraron a dos hombre hablando animadamente, uno de ellos era Zolken, el otro era un hombre de aproximadamente cuarenta años de edad, con el cabello de un intenso color negro y ojos color gris, fornido y muy alto, emanaba gran ánimo a la hora de hacer las cosas.
—Zolken—dijo Dishlik— ¿Qué haces aquí?
—Estaba hablando con Yostermac, el herrero de Alcunter—respondió Zolken—. Habíamos acordado que mi función en esta guerra era forjar el arma más poderosa de la tierra, y eso es lo que voy a hacer; estaba hablando con Yostermac para pedirle su ayuda a él y a su aprendiz, y, si se puede, unos cuantos voluntarios para poder acabar esto rápido.
—Ya veo—dijo Dreylo—, en ese caso, Zolken, quiero que dispongas de todo lo que necesites para acabar el arma lo más rápido posible, por ahora los dejamos. Debemos ir a entrenar.
Dreylo, Drog, Dishlik y Markrors continuaron su camino hasta el campo de entrenamiento, a llegar, Dreylo ordenó:
—Markrors, quiero que entrenes con Drog, y no seas muy benevolente con él, o si no, cabe el riesgo de que le vuelvan a partir los brazos o algo peor. Cuando Drog te gane en combate, envíalo conmigo y tú entrenarás con Dishlik, mientras tanto, Dishlik entrenará conmigo.
El grupo se separó; Dreylo y Dishlik se dirigieron a la zona de tiro con arco para afinar puntería.
—Afinando nuestra puntería con el tiro con arco, mejoraremos nuestra visión y así, cualquier arma que manejemos, dará en el blanco—comentó Dreylo.
Cogieron cada uno un arco y treinta flechas y comenzaron a practicar. Dishlik nunca había profundizado en el manejo del arco, por lo que en un principio no le fue tan bien como hubiera deseado; pero después de unas cuantas horas de práctica, las flechas ya se acercaban a la diana central.
Luego practicaron con la lanza. Algo realmente difícil para Dishlik, ya que, aparte de arrojar la lanza con increíble fuerza (cosa no muy difícil para él), no podía exceder mucho la fuerza o si no la lanza no caería de la forma correcta, además de que necesitaba mucha más puntería que la necesaria para practicar el tiro con arco, o por lo menos así le pareció a él.
Al ver que los avances con la lanza no irían más lejos por aquel día, Dreylo (quien demostró ser muy superior a Dishlik en las flechas y la lanza, ya que en Alcunter se buscaba el aprendizaje de la mayoría de las armas, aunque sólo se especializara en una. Esto de todas maneras era muy útil, como Dishlik ya había visto), decidió pasar al hacha; ya por ese entonces ya la noche estaba un poco avanzada, Dishlik únicamente vio los fundamentos básicos del hacha. Por fin, ya cansados, los dos compañeros se fueron a dormir.
Durante los días siguientes, aparte de continuar con el entrenamiento, Zolken reunió toda la gente que pudo y puso manos a la obra en la forja del arma. Durante las semanas siguientes las reprimendas, más gritos que cualquier otra cosa, de Zolken hacia esa pobre gente que quería ayudar les perforaban los oídos de los habitantes del castillo todo el día.
— ¡No, ignorantes!, ¿Es qué no entienden hay que golpear de manera de uniforme en todas partes?, ¿Qué puedo hacer para que me entiendan?, ¡Yostermac, me sorprendes al no saber algo tan elemental!, dime, ¿Qué te enseñó tu maestro?
—Cielos—había comentado Dreylo en una ocasión, cuando ya los gritos perforaban los témpanos— ¿Qué mosca le ha picado?
—Así es Zolken—le había respondido Dishlik—: es un buen herrero y no trabaja con cualquiera.
—Entonces debe ser muy bueno—le respondió a su vez Dreylo, tal vez un poco resentido ante el hecho de que Dishlik hubiera llamado al mejor herrero en toda la historia de Alcunter un “cualquiera”.
—De hecho, es el mejor que he visto, mi señor—gritó Dishlik para poder hacerse oír ante el retorno de los gritos de Zolken.
— ¡No!, ¡si golpeas tantas veces en un lado debes golpear la misma cantidad de veces en el otro lado!
Aquellos días, las lluvias, que muy pronto serían nevadas, impidieron el entrenamiento de Dreylo y Dishlik, ya que el campo de entrenamiento estaba ubicado en un patio dentro del castillo. En los pocos tiempos de sol que aún quedaban, Dishlik y Dreylo pudieron acabar el entrenamiento con el hacha y la porra, ésta última arma un gran descubrimiento para Dishlik; la porra le gustó tanto al brandelkano, que a partir de aquel día, la porra sería su arma principal.
Después, Dreylo y Dishlik entrenaron con la espada, vieron los combates y las diferentes maniobras y estrategias que se podían llevar a cabo en un tiempo que a Dishlik le pareció impresionante.
Finalmente, un día, Markrors y Drog llegaron: era la tercera noche de luna nueva; pero primero había otro asunto, Drog por fin le había ganado en combate a Markrors, por lo tanto, Drog entrenaría con su padre y Dishlik con Markrors.
Aunque Markrors era un gran combatiente, el reciente entrenamiento de Dishlik y su fuerza brandelkana hacían de Markrors un oponente tan fuerte como un niño.
Por otro lado, Dreylo era un enemigo muy fuerte para Drog y el muchacho no podía hacer nada, con suerte y levantaba la espada antes de que su padre la golpeara y le lanzara lejos.
Los combates continuaron hasta la tarde, cuando Dreylo, Drog, Markrors y Dishlik (el segundo y el tercero más que cansados), se dirigieron a los calabozos para confirmar que Walerz y Galerz vigilarían a Dem mientras ellos iban a los establos a comprobar que tanta utilidad podía tener aquello que les había dicho Dem.
El día ya dejaba paso a la noche cuando entraron a los establos, era una construcción de madera con techado de paja, de inmensas proporciones, ya que cabían todos los caballos del ejército alcunterino y cualquier otro tipo de ganado.
Había caballos de todo tipo y colores: zainos, negros, blancos, marrones, grises, ponis, percherones para transportar cargas pesadas, para el combate la raza de caballos que ahora se conoce como budyonny, y uno que otro frisón también, gotland para el trabajo en el campo, y cualquier otro tipo de variedades; pero Dishlik sólo pudo diferenciar éstas.
Ante una señal de Dreylo, todos se escondieron en puntos estratégicos del establo: Drog detrás de un percherón, Dishlik se agachó tras el bebedero, Dreylo tras la puerta y Markrors entre la paja. Y esperaron…
Las horas pasaban, la noche se hacía día, pero estaba en silencio.
Después de muchas horas, y de que la mayoría de los músculos se les hubieran dormido e incluso hubieran pensado que esto era un engaño, una falta de tiempo, o que simplemente habían llegado tarde, se oyeron pasos que se acercaban.
Entraron seis hombres, cada uno con un fardo a los hombros y caminando lo más sigilosamente posible.
Los hombres se acercaron a unos caballos y empezaron a equiparlos. Dreylo salió de las sombras y cerró la puerta.
El sonido de la puerta al cerrarse alarmó a los seis hombres, los cuales, al darse la vuelta, se encontraron con cuatro hombres que ya desenvainaban sus espadas.
— ¿Quiénes son ustedes y qué hacen aquí?—preguntó Dreylo
Los seis contrincantes también desenvainaron y comenzó la lucha; sin embargo, Drog y Markrors estaban cansados por la lucha de esa misma tarde y la diferencia numérica era exorbitante: Dreylo y Dishlik no pudieron hacer mucho ante tal desigualdad.
“Así es la vida” pensaba Dreylo “llena de desigualdades que ningún hombre puede modificar”.
Al final, los seis desconocidos, gracias a su fuerza y superioridad numérica, pudieron vencer.
—Los mataríamos—dijo uno de ellos, al ver a los cuatro hombres en el suelo y jadeantes—, pero tenemos órdenes de dejar vivos la mayor cantidad de RATAS posibles para aumentar el placer de nuestros amos.
Luego los seis hombres abrieron la puerta del establo, cogieron sus caballos y salieron de Alcunter.
Dreylo reunió fuerzas y se levantó murmurando:
—Han escapado—ni siquiera tuvo las fuerzas para gritar y desahogar su frustración.
Los otros tres se levantaron y, con paso cansado, fueron al castillo. Allí se les revelaría la identidad de los traidores.
Lo primero que hicieron fue buscar un poco de alimento, pues no habían probado bocado desde la tarde. En las cocinas, ya después de haber comido un poco de pan, queso y una jarra de cerveza, llegó un hombre corriendo y muy exaltado, venía casi gritando:
— ¡Mi señor, tragedia!— el hombre se detuvo resoplando y jadeando, tomó un poco de aire, luego, continuó— ¡Lem, Xem, Vem y Dem han desaparecido…!
— ¿Cómo?—el grito de Dreylo fue penetrante— ¿Cómo iba a escapar Dem si estaba siendo vigilado?
—Mi señor, a eso voy—continuó el soldado—: tiene que considerar que Lem, Xem y Vem son hermanos de Dem y harían cualquier cosa por rescatar a su hermano. Además, los guardias que usted le impuso a Dem, Walerz y Galerz, también han desaparecido. Sin embargo, y esto todavía es incomprensible, dejaron esta nota.
El soldado le extendió un trozo de papel arrugado. Dreylo lo tomó entre sus manos y los desdobló, luego Drog y Dishlik se acercaron y juntos leyeron el papel:
Perro alcunterino, o, como te gusta que te llamen, mi señor Dreylo:
Por fin ha llegado la hora de la justa victoria de Brandelkar sobre estas ratas ambiciosas: llegó la hora de que el Castillo Dorado se alce y gobierne gracias a su gran astucia.
Sin duda te preguntarás cómo es que todo esto pasó; la historia es muy sencilla:
Nuestro padre era el señor Qalerz, un muy respetable soldado brandelkano y estaba dispuesto a hacer lo que fuera por el bien de nuestros grandes señores Maslirk y Disner.
Pues bien, nuestro gran señor Disner tuvo la gran idea de enviar infiltrados a Alcunter, sólo a Alcunter (la razón es desconocida para mí, pero creo que los espías estaban en Alcunter porque Alcunter es el principal obstáculo de Brandelkar hacia la Gran Victoria). Sea cal fuere la razón, nuestro padre se ofreció como voluntario en esta tarea y partió con su familia hacia Alcunter; por ese entonces mi madre estaba embarazada de mi hermano y yo era muy pequeño. Cuando le pregunté a mi padre la razón por la cual nos íbamos, él me respondió que lo sabría todo a su debido tiempo.
Partimos de Brandelkar una soleada mañana de abril, aún recuerdo las ropas harapientas que llevábamos aquel día para que nuestra coartada tuviera más efectividad: nunca antes me había sentido tan humillado en toda mi vida; yo, que estaba acostumbrado a vivir de una manera magnífica, de repente verme vestido así. Fue horroroso. Pero cuando me explicaron muchos años después que todo era por el bien de Brandelkar me sentí el hombre más importante del mundo.
Llegamos a Alcunter a los pocos días; aún no me explico que hizo mi padre para ganarse la confianza del anciano Kreylo. El punto fue que mi padre se ganó la confianza del hombre unos pocos meses antes de que muriera. En este período de tiempo nació mi hermano, y mi padre iba cada dos semanas a Brandelkar a pasar información. Tiempo después, rata inmunda, ascendiste al poder.
Todo estaba dispuesto para que Brandelkar atacara y venciera a Alcunter, pero por desgracia, no había muchos hombres en aquellos días: el ataque tendría que esperar.
Ya tenía yo casi veinticinco años cuando mi padre enfermó y murió. Sin embargo, antes de morir, me confesó su tarea y nos encargó a mi hermano y a mí que la continuáramos. Yo me sentí muy agradecido por aquel detalle: en primer lugar porque era infeliz en Alcunter y llamar a un alcunterino “señor” me hería el orgullo en lo más profundo; en segundo lugar porque ayudar a mi verdadero hogar, Brandelkar, restituía todo mi orgullo.
Yo me propuse mejorar la tarea de mi padre, no fue muy difícil: Dem, Lem, Xem y Vem fueron bastante fáciles de convertir a mi causa. Al final todo quedó de la siguiente forma:
—Mi hermano iría a Brandelkar.
—Dem iría a Glardem.
—Lem iría a Benderlock.
—Xem iría a Voshla a través del sendero oculto de las montañas que comunica a Glardem con Voshla, pues este es un camino mucho más rápido que el tradicional.
—Vem iría con las criaturas de las montañas.
—Yo hablaría con los Mingred y los Nerk.
Convencer a los Mingred y los Nerk no fue tan difícil como pensaba: simplemente les conté lo que querían oír.
Cuando Xamesh conquistó todo Cómvarfulián, expulsó a muchas criaturas al exilio en las montañas. A los Mingred y los Nerk los dejó vivir en paz, pero nunca trató con ellos.
Fundó las cinco provincias y se autoproclamó rey del país.
Sin embargó rompió la promesa que les había hecho a los cuatro compañeros que le habían ayudado a conquistar el territorio, y sólo los dejó con las cuatro provincias restantes. Este fue el comienzo de la guerra civil.
Los Mingred y demás criaturas veían todo eso como un simple conflicto de hombres.
Esto era lo que los Mingred y los Nerk querían oír.
Luego los convencí de que el culpable de todo era Alcunter y de que si vencían al Castillo Plateado llegaría la paz eterna.
Actuábamos con sigilo mis cinco compañeros y yo, empero, por razones que aún no me explico, te diste cuenta de cuál era nuestra táctica y el idiota de Dem se dejó atrapar. Por fortuna, se nos encargó la vigilancia de Dem: hoy lo hemos sacado de su prisión mientras escribía esto y luego nos dirigimos al establo.
Desafortunadamente, Dem ha hablado y les ha dicho que en el establo estaremos y no podemos faltar con nuestra tarea ni un día. Nos arriesgaremos, pero sé que escaparemos y daremos la alarma. No sé por qué estoy tan seguro de esto pero lo sé.
Cuando todos sepan del ataque alcunterino que se aproxima estarán alertas.
¿Qué harás? Si esperas hasta primavera para iniciar el ataque Brandelkar estará listo, si atacas ahora te repelerán el Castillo Dorado y la crudeza del invierno. Nada te salvará, ni siquiera el arma que se está forjando, ya no te queda nada. Por esto mismo te revelo mis planes, porque ya no puedes hacer nada para detenerme. Y, aunque no puedo verlo, ahora mismo y hasta el momento de tu muerte la angustia carcomerá tus entrañas, no tienes salida: por eso mismo te lo cuento. Saber que sufres es un placer indescriptible para mí.
Con todo mi afecto
WalerzP.D. Muy pronto nos volveremos a ver, mi señor.
Dreylo terminó de leer el escrito y levantó la vista: sentía que lo poco que había comido se devolvía.
—Padre—la voz de Drog parecía provenir de muy lejos.
—Mi señor—la voz de Dishlik lo trajo de nuevo a la realidad— ¿Qué va a hacer?
Dreylo se levantó del asiento lo más rápido que pudo y corrió por todo el castillo, gritando:
— ¡Zolken, Zolken!
Por fin, de una habitación, salió el hombre que Dreylo tanto buscaba.
—Mi señor—repuso el herrero, frotándose los ojos con fuerza y reprimiendo un fuerte bostezo— ¿Qué pasa?
—Zolken, ¿Cuánto te falta para terminar el arma?
—A este paso, todo el invierno, todavía no se ha alcanzado el nivel que exijo.
—No me importa que tengas qué hacer, necesito esa cosa en el menor tiempo posible. Reúne a toda la gente que necesites, haz lo que sea pero necesito el arma.
—Muy bien, mi señor.
Dreylo se alejó rumbo a su cuarto, a paso lento, muy cansado. Cuando llegó a su destino se acostó y durmió hasta bien entrada la mañana. Al despertar bajó al campo de entrenamiento con Drog, Markrors y Dishlik. Continuaron con los trabajos del día anterior hasta casi las doce. Mas, Dreylo no se pudo concentrar en lo que estaba haciendo: todo lo que había hecho parecía derrumbarse de manera inexorable sobre él, cubriéndolo de la más absoluta oscuridad y desesperación.
Por fin ha llegado la hora de la justa victoria de Brandelkar sobre estas ratas ambiciosas: llegó la hora de que el Castillo Dorado se alce y gobierne gracias a su gran astucia.
Sin duda te preguntarás cómo es que todo esto pasó; la historia es muy sencilla:
Nuestro padre era el señor Qalerz, un muy respetable soldado brandelkano y estaba dispuesto a hacer lo que fuera por el bien de nuestros grandes señores Maslirk y Disner.
Pues bien, nuestro gran señor Disner tuvo la gran idea de enviar infiltrados a Alcunter, sólo a Alcunter (la razón es desconocida para mí, pero creo que los espías estaban en Alcunter porque Alcunter es el principal obstáculo de Brandelkar hacia la Gran Victoria). Sea cal fuere la razón, nuestro padre se ofreció como voluntario en esta tarea y partió con su familia hacia Alcunter; por ese entonces mi madre estaba embarazada de mi hermano y yo era muy pequeño. Cuando le pregunté a mi padre la razón por la cual nos íbamos, él me respondió que lo sabría todo a su debido tiempo.
Partimos de Brandelkar una soleada mañana de abril, aún recuerdo las ropas harapientas que llevábamos aquel día para que nuestra coartada tuviera más efectividad: nunca antes me había sentido tan humillado en toda mi vida; yo, que estaba acostumbrado a vivir de una manera magnífica, de repente verme vestido así. Fue horroroso. Pero cuando me explicaron muchos años después que todo era por el bien de Brandelkar me sentí el hombre más importante del mundo.
Llegamos a Alcunter a los pocos días; aún no me explico que hizo mi padre para ganarse la confianza del anciano Kreylo. El punto fue que mi padre se ganó la confianza del hombre unos pocos meses antes de que muriera. En este período de tiempo nació mi hermano, y mi padre iba cada dos semanas a Brandelkar a pasar información. Tiempo después, rata inmunda, ascendiste al poder.
Todo estaba dispuesto para que Brandelkar atacara y venciera a Alcunter, pero por desgracia, no había muchos hombres en aquellos días: el ataque tendría que esperar.
Ya tenía yo casi veinticinco años cuando mi padre enfermó y murió. Sin embargo, antes de morir, me confesó su tarea y nos encargó a mi hermano y a mí que la continuáramos. Yo me sentí muy agradecido por aquel detalle: en primer lugar porque era infeliz en Alcunter y llamar a un alcunterino “señor” me hería el orgullo en lo más profundo; en segundo lugar porque ayudar a mi verdadero hogar, Brandelkar, restituía todo mi orgullo.
Yo me propuse mejorar la tarea de mi padre, no fue muy difícil: Dem, Lem, Xem y Vem fueron bastante fáciles de convertir a mi causa. Al final todo quedó de la siguiente forma:
—Mi hermano iría a Brandelkar.
—Dem iría a Glardem.
—Lem iría a Benderlock.
—Xem iría a Voshla a través del sendero oculto de las montañas que comunica a Glardem con Voshla, pues este es un camino mucho más rápido que el tradicional.
—Vem iría con las criaturas de las montañas.
—Yo hablaría con los Mingred y los Nerk.
Convencer a los Mingred y los Nerk no fue tan difícil como pensaba: simplemente les conté lo que querían oír.
Cuando Xamesh conquistó todo Cómvarfulián, expulsó a muchas criaturas al exilio en las montañas. A los Mingred y los Nerk los dejó vivir en paz, pero nunca trató con ellos.
Fundó las cinco provincias y se autoproclamó rey del país.
Sin embargó rompió la promesa que les había hecho a los cuatro compañeros que le habían ayudado a conquistar el territorio, y sólo los dejó con las cuatro provincias restantes. Este fue el comienzo de la guerra civil.
Los Mingred y demás criaturas veían todo eso como un simple conflicto de hombres.
Esto era lo que los Mingred y los Nerk querían oír.
Luego los convencí de que el culpable de todo era Alcunter y de que si vencían al Castillo Plateado llegaría la paz eterna.
Actuábamos con sigilo mis cinco compañeros y yo, empero, por razones que aún no me explico, te diste cuenta de cuál era nuestra táctica y el idiota de Dem se dejó atrapar. Por fortuna, se nos encargó la vigilancia de Dem: hoy lo hemos sacado de su prisión mientras escribía esto y luego nos dirigimos al establo.
Desafortunadamente, Dem ha hablado y les ha dicho que en el establo estaremos y no podemos faltar con nuestra tarea ni un día. Nos arriesgaremos, pero sé que escaparemos y daremos la alarma. No sé por qué estoy tan seguro de esto pero lo sé.
Cuando todos sepan del ataque alcunterino que se aproxima estarán alertas.
¿Qué harás? Si esperas hasta primavera para iniciar el ataque Brandelkar estará listo, si atacas ahora te repelerán el Castillo Dorado y la crudeza del invierno. Nada te salvará, ni siquiera el arma que se está forjando, ya no te queda nada. Por esto mismo te revelo mis planes, porque ya no puedes hacer nada para detenerme. Y, aunque no puedo verlo, ahora mismo y hasta el momento de tu muerte la angustia carcomerá tus entrañas, no tienes salida: por eso mismo te lo cuento. Saber que sufres es un placer indescriptible para mí.
Con todo mi afecto
WalerzP.D. Muy pronto nos volveremos a ver, mi señor.
Dreylo terminó de leer el escrito y levantó la vista: sentía que lo poco que había comido se devolvía.
—Padre—la voz de Drog parecía provenir de muy lejos.
—Mi señor—la voz de Dishlik lo trajo de nuevo a la realidad— ¿Qué va a hacer?
Dreylo se levantó del asiento lo más rápido que pudo y corrió por todo el castillo, gritando:
— ¡Zolken, Zolken!
Por fin, de una habitación, salió el hombre que Dreylo tanto buscaba.
—Mi señor—repuso el herrero, frotándose los ojos con fuerza y reprimiendo un fuerte bostezo— ¿Qué pasa?
—Zolken, ¿Cuánto te falta para terminar el arma?
—A este paso, todo el invierno, todavía no se ha alcanzado el nivel que exijo.
—No me importa que tengas qué hacer, necesito esa cosa en el menor tiempo posible. Reúne a toda la gente que necesites, haz lo que sea pero necesito el arma.
—Muy bien, mi señor.
Dreylo se alejó rumbo a su cuarto, a paso lento, muy cansado. Cuando llegó a su destino se acostó y durmió hasta bien entrada la mañana. Al despertar bajó al campo de entrenamiento con Drog, Markrors y Dishlik. Continuaron con los trabajos del día anterior hasta casi las doce. Mas, Dreylo no se pudo concentrar en lo que estaba haciendo: todo lo que había hecho parecía derrumbarse de manera inexorable sobre él, cubriéndolo de la más absoluta oscuridad y desesperación.